La ELECTRICIDAD (del griego ήλεκτρον elektron, cuyo significado es ámbar) es un fenómeno físico cuyo origen son las cargas eléctricas y cuya energía se manifiesta en fenómenos mecánicos, térmicos, luminosos y químicos, entre otros. Se puede observar de forma natural en fenómenos atmosféricos, por ejemplo los rayos, que son descargas eléctricas producidas por la transferencia de energía entre la ionosfera y la superficie terrestre (proceso complejo del que los rayos solo forman una parte). Otros mecanismos eléctricos naturales los podemos encontrar en procesos biológicos, como el funcionamiento del sistema nervioso. Es la base del funcionamiento de muchas máquinas, desde pequeños electrodomésticos hasta sistemas de gran potencia como los trenes de alta velocidad, y de todos los dispositivos electrónicos. Además es esencial para la producción de sustancias químicas como el aluminio y el cloro. Mires a donde mires, encontrarás electricidad en el ambiente. Tu ordenador se alimenta de ella, también los toma corrientes de tu pared, incluso tú mismo eres capaz de generarla, y casi cualquier objeto es potencialmente eléctrico. Siendo un fenómeno tan común, a veces viene bien ir a la raíz de las cosas que involucra.
Todos los cuerpos pueden trasmitir
energía eléctrica, pero existen unos que son mejores trasmisores de
energía eléctrica (conductores, como los metales) que otros, a los cuales
les cuesta más o simplemente no permiten el paso de ella (aisladores o malos conductores).
Para generar energía eléctrica
necesitamos de motores eléctricos, pilas, generadores, los cuales hacen
que se pueda cargar un objeto y así poder transferir la electricidad.
Los efectos
de la electricidad son múltiples y en la actualidad, conocidos y controlados,
se ocupan para muchos usos.
Magnético (Electroimanes)
Mecánico (Motores)
Químico (Electrólisis)
Luminosos
Calóricos
Mecánico (Motores)
Químico (Electrólisis)
Luminosos
Calóricos
Sin embargo, en el curso de la historia, el hombre ha atribuido explicaciones de carácter
místico o religioso a determinados fenómenos naturales como el rayo,
los fuegos de San Telmo o la piedra imán.
Los primeros descubrimientos de los cuales se tiene noticia en relación
con los fenómenos eléctricos, fueron realizados por los griegos en la
Antigüedad. El filósofo y matemático Tales de Mileto en el siglo V antes de Cristo observó que un trozo de ámbar,
después de ser frotado con una piel de animal, adquiría la propiedad de
atraer cuerpos ligeros (como trozos de paja y pequeñas semillas).
Años después, en el siglo XVIII Benjamín Franklin, un científico
norteamericano, propuso una teoría para explicar los fenómenos eléctricos
que se derivaban del frotamiento. Cuando se frota una sustancia como el
vidrio, dicho cuerpo gana “fluido eléctrico” y queda cargado
positivamente (+). En el caso del ámbar, pierde “fluido eléctrico”
y queda cargado negativamente (-). Franklin fue, entonces, el primero
en hablar de cuerpos cargados positiva y negativamente. La explicación
actual del fenómeno se basa en la Teoría atómica de la materia.
Los electrones –partículas cargadas negativamente– giran alrededor
del núcleo del átomo, específicamente en la corteza o envoltura del átomo.
El átomo puede ganar o perder electrones. Si pierde electrones su carga
será positiva, por pérdida de partículas negativas; si gana electrones,
su carga será negativa, por ganancia de partículas negativas.
En el siglo XIX aparece una nueva forma de electricidad. Alessandro Volta
consiguió en 1800, gracias a su pila, producir corrientes eléctricas de
manera continua. Éste es el origen de la electrodinámica, con el que se
abre todo un mundo de experiencias. En 1820 Hans Christian Oersted
demostró experimentalmente la relación entre electricidad y magnetismo.
Es en este momento cuando surgen las primeras nociones acerca del
electromagnetismo, cuyo desarrollo ha permitido algunos de los mayores
avances tecnológicos de la humanidad.
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